Por: Lic. Rocío Gómez.

sábado, 31 de diciembre de 2011

LAS TANDAS CULTURALES



Cartel de las Primeras Tandas Culturales realizadas en 1975
 

  Pbro. Lic. Baltasar López Bucio
                    Antiguo capellán del Santuario de tlaltenango

Tres acontecimientos han dejado huella en el imaginario colectivo de los habitantes de Tlaltenango: su origen prehispánico; la llegada de los conquistadores a ese antiguo pueblo tlahuica y la evangelización simbolizada en sus tres templos: San José, San Jerónimo (capillas del siglo XVI) y el santuario dedicado a nuestra señora de los milagros en el año 1730.
El templo principal se llama santuario porque  a su imagen mariana se le atribuye  relato de aparición  y poder milagroso que da lugar  a su vez  a un poder de convocatoria que hace multitudinaria  su fiesta anual del 8 de septiembre, desde su narración fundante , en el año de 1720.Al decir “imagen milagrosa”, me refiero a la mentalidad popular que así la valora; por eso en torno de su santuario se solemnizan rituales establecidos por la liturgia de la iglesia católica y también, paralelamente, ritos, danzas y costumbres populares que convierten al santuario en lugar de peregrinaciones organizadas en cada ciclo festivo. En esta atmósfera celebrativa, el novenario del 30 de agosto al 7 de septiembre y la fiesta y torna fiesta de los días 8 al 11 de septiembre, son días cargados de sentido sagrado  que convocan peregrinaciones de carácter regional porque acuden peregrinos de varios estados del centro y sur y oriente de México y del Distrito Federal.
Considero privilegio en mi sacerdocio haber sido nombrado capellán de Tlaltenango, desde junio de 1973 hasta julio de 1985. No llegué por la casualidad. El nombramiento se fundamentó, así me lo hizo saber el obispo Sergio Méndez Arceo, en la experiencia adquirida  como asesor de la pastoral de santuarios, primero, a nivel diocesano, y más tarde, a nivel nacional.
En 1967, por mi preparación en Teología Pastoral, el obispo nos encomendó al padre de origen chileno Segundo Galilea y al que esto escribe, asesorar las fiestas anuales de cinco santuarios de la diócesis de Cuernavaca: Tepalcingo,  Cuautla (Señor del Pueblo), Mazatepec , Jiutepec  y Tlaltenango. El padre Segundo y yo con anuencia del obispo fundamos el  Centro de Investigación Pastoral (CIP), para promover experiencias pastorales de acuerdo al nuevo espíritu del Concilio Vaticano II, concilio eminentemente enfocado hacia la  Teología práctica y popular. Después del primer año de observación y reflexión en estos 5 santuarios, se lograron cambios importantes que no es el caso mencionar ahora . Posteriormente me correspondió ser cofundador de la  Pastoral de Santuarios la república mexicana. Al parecer, estos contactos directos con los principales santuarios del país: Chalma, Guadalupe, San Juan de los Lagos, Zapopan, Plateros, Juquila, etc., enriquecieron mi visión personal  acerca de los significados y valores religiosos y humanos del catolicismo popular, de igual modo que sus carencias y su contexto social de marginación y pobreza.
Cuando tomé posesión del santuario de Tlaltenango, me encontré con la legítima inquietud  de la comunidad por la degradación de la fiesta patronal del 8 de septiembre. La venta abundante de cerveza alrededor del santuario en cantinas improvisadas por las marcas cerveceras, alejó a las familias de Cuernavaca de esta festividad religiosa. Fue entonces cuando cerca de 300 feligreses de Tlaltenango encabezados por el capellán solicitamos por escrito al presidente municipal, Lic. David Jiménez González, la prohibición de venta de alcohol y retirar carpas de vicio en esta festividad. La petición fue atendida y a partir de 1973, la feria de Tlaltenango  se fue celebrando con seguridad, tranquilidad y con verdadero sentido familiar y convivencial. Este nuevo clima favorable me planteó el reto de complementar y hermanar la fiesta religiosa con la feria popular. Puedo decir que desde este planteamiento elemental se justificó en parte la creación de las <<Tandas culturales de Tlaltenango. Arte y cultura para la liberación>>, aunque también fueron decisivos otros factores y acontecimientos. La crónica pormenorizada de esta experiencia cultural colectiva se publicó en el libro del mismo nombre, editado en agosto de 1983, aunque las <<Tandas>> se continuaron celebrando después la publicación.
Al poco tiempo de haber llegado, alrededor de treinta jóvenes forman con apoyo del Santuario el Club Resurrección, y se entregan a la tarea junto con el sacerdote de organizar campañas de limpieza. Al terminar la misa dominical, salimos a barrer las calles principales de la colonia. Así lo hicimos varios domingos  y exhortamos a los fieles a unirse a la iniciativa ; se les presentó un “sociodrama” sobre el problema de la basura y sus consecuencias contra la limpieza y medio ambiente.
En la Navidad de 1974, los jóvenes  aceptan la propuesta de montar <<La Anunciación>>, obra  del poeta y dramaturgo francés, Paul Claudel, obra que había conservado desde mi formación humanista en el seminario. Allí se probó la vena histriónica de los miembros del Club Resurrección.
En la feria del año 1974, anuncié públicamente el todavía hipotético proyecto de ofrecer diversión y actos de cultura popular para la feria del siguiente año.
Mientras tanto integro a los miembros del Club a las actividades religiosas del santuario y a la atención y buen trato a los peregrinos.
Otra circunstancia inesperada contribuyó al proyecto que teníamos en la mente: Don Francisco Juliao, de origen brasileño, líder de miles de campesinos exiliado en México para ponerse a salvo de la persecución de la dictadura militar en su patria, vivía a media cuadra del Santuario. Desde que nos conocimos en el Centro Internacional de Documentación (por sus siglas CIDOC), conservamos amistad hasta su muerte en Tepoztlán. Él me presentó al grupo Mascarones formado por exalumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México, la mayoría de sus integrantes egresados de las preparatorias populares de esa misma  Universidad. Todos tenían formación teatral y actoral y contaban con asesoría del maestro Proaño, ecuatoriano radicado en  nuestro país.
Acompañado de Francisco Juliao  los visité en su nueva residencia de la quinta “el ciruelo”, situada en la privada Tlatenango. Habían dejado definitivamente el Distrito Federal para venirse a la provincia y continuar su trabajo en Cuernavaca. Conversamos con el grupo y con su director Mariano Leyva, ya fallecido. Vino al santuario y le hablé del proyecto para la feria del año 75 y él se entusiasmó. Su grupo empezó a contactarse con la comunidad y en la azotea de la casa parroquial un domingo por la noche presentaron una obra coral sobre Emiliano Zapata. La comunidad y los jóvenes de Tlaltenango aplaudieron la puesta en escena tan sencilla, tan bien actuada y llegándole al corazón de la gente. Este era el género teatral que yo andaba buscando para la feria de Tlaltenango. Lo conversamos con Mariano al día siguiente paseando por la plazuela superior del santuario recién adoquinada e iluminada. El sugirió en ese momento el nombre de esas jornadas:”las tandas culturales” y recuerdo haber pronunciado: “arte y cultura para la liberación”. Mariano recordaba las antiguas carpas cuyas funciones se realizaban por “tandas”, en las cuales brillaron futuros grandes artistas como Tintán y el inmortal Mario Moreno Cantinflas.
Y se empezaron a preparar las primeras tandas culturales para la feria (1975). Los dos primeros grupos de los niños y jóvenes del Club Resurrección: Macehualli  (Gente del pueblo, en idioma náhuatl) y “Mascaritas”, recibieron intensivas clases de teatro popular por parte de algunos actores del grupo Mascarones y la formación musical del grupo Huachichilas para que estos niños (as) y Jóvenes y jovencitas cumplieran con el propósito de divertir con teatro, música, danza y canto populares, pero con calidad artística y mensaje educativo y concientizador , tanto a la comunidad de su barrio como a los miles de peregrinos que acudirían a la próxima fiesta del santuario. Jorge Broño, de origen urugayo, entonces director de Difusión cultural dela Universiad Autónoma de Morelos, nos apoyó con grupos artísticos para las primeras tandas y con la propaganda  de carteles y programas. Las Tandas se desarrollaron por las tardes, todos los días del 31 de agosto al 8 de septiembre. A partir de 1976, se prolongaban hasta el 11 de septiembre, culminando con la participación de los exilados chilenos en homenaje a Salvador Allende, aniversario trágico de su derrocamiento por la junta militar de Augusto Pinochet.
En México en los años sesenta llegó de América del Sur el movimiento folclorista, paralelo a la diversión comercializada. En 1962 se fundó la primera Peña folclórica en el Distrito Federal; Salvador, el “negro” Ojeda, uno de los entusiastas participantes en nuestras tandas, abrió el café peña Chez Negro , allí se presentaron grupos de fama nacional que vendrían después a nuestras tandas culturales: Amparo Ochoa, Gabino Palomares, On´ta, los Folkloristas, Los Nakos, Guadalupe Pineda, Citlali, Antar  y Margarita. Como parte del grupo Victor Jara llegó a las tandas la muy destacada cantante Eugenia León. Fuimos afortunados escuchando al admirado precursor de la canción urbana: Chava Flores. Es justo mencionar a Julia Marichal y Jaime López, Grupo Garabato (D.F); Los Concheros, Enrique Cisneros y el Grupo Zumbón( ambos de la Casa del Lago y del movimiento teatral CLETA), La Chispa, Circo, Maroma y Teatro, de Argentina; La Mama, de Colombia. Y no podemos olvidar a los grupos de Tlaltenango (cinco en total) y de la ciudad Cuernavaca: Grupo Zero, desprendido de Mascarones; Huachichilas, El Plan, Yamanka, Marionetas de la Esquina, Jaraneros, Topilli, Rarámuris, Grupo Tres, Jesús Peredo y otros grupos de Sudamérica  y de varios Estados de la República. El Director Felipe Santander presentó  EL EXTENSIONISTA, obra  laureada con más de dos mil presentaciones en el Distrito Federal , en México y fuera de México.
Los jóvenes de Tlaltenango enriquecieron sus experiencias de actuación con lo que aprendieron de los Mascarones, y los directores Carlos Davis, Ricardo Castillo Mireles y dos miembros del Sindicato de Actores Independientes (S.A.I.).
Con los grupos que participaban, las tandas culturales elevaron su calidad artística y su compromiso socio-político. Se convirtieron en foro para que  los artistas del Canto Nuevo encontraran la oportunidad  de acercarse a la multitud religiosa y laica que los ovacionaba,  en su mayoría de niños y jóvenes y atendidos los artistas por el  sacerdote y el grupo juvenil de Tlaltenango con cordialidad, agradecimiento y admiración; se les bridaba techo, comida y ayuda simbólica para los gastos  de pasaje y equipaje.
Los miembros del Club Resurrección  aprovecharon los ejercicios corporales de los ensayos, y en la introspección de su propia vida, descubrieron que había otras formas de divertirse, más allá de las drogas y el alcohol, según sus palabras: “ellos mismos descubrieron que su formación y actuación teatral les ayudó a la liberación de su propio yo”. Algunos dejaron definitivamente “la vida de vagancia” para ponerse a estudiar  y llegar a ser profesionistas al servicio de la sociedad y otros  se dedicaron a la literatura, como los hermanos Fernando y Antonio Aspe o al periodismo radiofónico en el caso de Raúl Silva, colaborador por breve tiempo del intelectual Carlos Monsivais, quien participó como conferencista en las Cuartas Tandas Culturales.
A partir de las Tandas, surge un amplio movimiento  que influye en jóvenes de otras comunidades y parroquias para transmitir la experiencia musical y teatral a otras colonias.
Las Tandas se organizaban por los jóvenes de Tlaltenango , apoyados por los grupos locales participantes con asambleas democráticas de preparación para estas actividades de la feria. Se formó un taller de diseño en los anexos  del Santuario dirigido por “feggo” (Felipe Galindo Gómez), caricaturista del diario Unomasuno,  ahora residente en New York, y su hermano Eduardo Galindo Gómez, ambos nativos de Tlaltenango.
Se crearon tres círculos concéntricos: el primero, formado por la comunidad de Tlaltenango; el segundo, formado por los grupos culturales de Cuernavaca; y el último y más importante, el de los artistas y grupos profesionales de las peñas y de los medios de comunicación alternativa, que retroalimentaran el aprendizaje de los grupos locales.
Recordando a la mágica compositora y principal exponente de la belleza del Canto Nuevo, le doy “gracias a la vida” y a todos los maravillosos artistas, jóvenes, grupos y que me acompañaron y la vez  acompañé  en esta aventura cultural inspirada por un pueblo pobre y creyente, cuya fe mueve corazones y conciencias.   
   
Bibliografía

Galilea, Segundo y López Baltasar: Pastoral de Santuarios,  en ediciones de Servir. Revista Mexicana  de Pastoral Cuadernos de pastoral vernácula # 4, marzo de 1969. Cfr. Santuario de Tepalcingo, págs. 37-40.
Toledano Vergara, Ma. Cristina: Compilación histórica del Santuario de Jesús Nazareno. Tepalcingo , Morelos. Edición privada.1999. Cfr. Prólogo de Baltasar López Bucio, págs. 5-8.
Comisión Episcopal de Evangelización y Catequesis. Departamento Episcopal de Pastoral de Santuarios: la pastoral de Santuarios en México. Autores Varios. México 1988. Cfr. López Bucio Baltasar, Santuarios y Feria popular, págs. 263-267.

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