Por Leoviglido Alvear, Nativo de Tlaltenango
Resumen de su ponencia presentada en la Jornada de Relexión Histórica el 29 de octubre
La mayor parte de Tlaltenango estaba sin fincar y las pocas casas eran muy típicas. Algunas, en lugar de bardas tenían tecorrales. Mi casa era campirana, mi papá cultivaba los cajones de miel de las abejas. Recuerdo mucho a mi madre que en paz descanse. No necesitábamos tener cisternas para guardar el agua. Recuerdo la escuela 18 de marzo, los baños eran de letrinas, cuando construyeron la escuela, mi madre le daba de comer a los que ahí trabajaron. Me gustaba porque siempre la veía llena de gente, trabajadoras. Mis juegos fueron con papalotes , balero, idas al río. El río para mí, en mis nostalgias, a veces me hace llorar. ¡Por qué? Nunca se van a volver a repetir esas vivencias, el andar chacoteando por ahí, en el río de tal lado, en éste, jugando con anzuelos, cortando las frutas como era mangos y cajinicuiles, café de ese grano, recuerdo cuando bajaba con mis anzuelos y los echaba en pequeños charcos y empezaba a moverse el corcho, qué alegría me daba y sentir la lucha del pescado, es una sensación muy rica. Recuerdo la primera vez cuando me pesqué un bagre, en este río de Tetela, cuando lo jalé me dio miedo, sentí que me iba a morder. Me vine acá con mis primos que viven en San Jerónimo para decirles que me había pescado un pescado. Me regañaron porque me decían que era muy tonto, que el pescado se agarraba así y se botaba el anzuelo y yo todavía decía - es que ahora tú lo haces porque ya está muerto- . Como lo jalé a la hojarasca, hubieras visto cuando estaba vivo, como jalaba a morder. Pasaron la vivencia de las posadas. En las posadas me divertí mucho. Hemos visto como ha cambiado la vivencia religiosa. Recuerdo una vivencia a mis 14, 16 años (porque a nosotros nos criaron siempre en las creencias de la Religión Católica) Llegué a ocupar el puesto de, bueno, representamos a los Reyes, yo soy moreno y ahí cambiamos los papeles, el blanco era el negro y los morenos éramos los güeros y recuerdo en una vivencia que un amigo, no falta el travieso en los juegos, que me echó una paloma en el codo, pues sí, tronó, pero teníamos que cumplir.
Mi comunidad se la han acabado y no han sido los de afuera, sino los de adentro.
Pues yo defiendo el bien común. Las tierras de mi pueblo eran de Tlaltenango, yo no hubiera hecho lo que hizo el Comisario Ejidal, la posesión sin ton ni son, no le hecho la culpa a los colonos ni a los avecindados, porque no tienen la culpa de que un fulano de Tlaltenango haga negocios. Porque a veces mi pueblo es muy grosero. Cuando les conviene “puro pueblo” y cuando no “sálganse los colonos y avecindados”. Yo por eso cuando fui ayudante, trabajaba así: colonos, avecindados y pueblo.
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